miércoles, 14 de enero de 2009

El libro de los recuerdos



Los helechos muertos hablan de las flores secas que bajo el “chozajo” conocieron años de frondosa hierba.
Unas sillas metálicas en colores y forma de media luna daban cobijo a la espalda de punto y lana ingleses.
Los rosales poblaban todo el tejado de uralita y la parra subía trepando el muro desigual y de cal y piedra hasta llegar a la alambrada bamboleándola por el peso de sus racimos y haciendo que mas de un transeúnte optase por meter sus jugosas uvas en la boca, mientras las avispas revoloteaban pidiendo el pecado de su néctar, sin el agravio de las demás miradas.
Siempre que imagino mi niñez, la imagino dentro del reino de las avispas, quizás porque el jazmín de la entrada las atrapaba con su néctar y olor persistente. Aún viene a mi memoria su retorcido tronco y el cubo con agua para sumergirlas después de la primera batalla , desafíos entre sus mordiscos y la mano hasta el fondo del cubo, para probar ser mas valiente que mi hermano, quien cuando las veía salía corriendo por la terraza como si un batallón enorme de avispas le torturase, y de haber tenido oídos algunas de ellas se habrían hecho soprano o la muerta bajo alguna sombra de algunos de los árboles del jardín .
En ese micro jardín dentro del terreno los huecos del muro escupían los tragos que toda la ciudad alta escurría hacia la zona sur de la ciudad, haciendo pequeños lagos de charcos donde los renacuajos se movían en forma numerosa y nerviosa , también donde la inconsciente mano y contenedor de niño los cazaba para verlos por el cristalino antes de devolverlos a la charca de nuevo. Y es que antes de que los humanos no entendieran que el gorrión, la golondrina son los primeros síntomas de aleteos de libertad sobre esta cada vez mas seca Tierra, los niños que de niños pasan a ser ejecutores y crueles en muchos casos, convertían también los sueños en realidad, cuando jugaban en el campo y en la tierra, llevando en sus zapatos el germen de la vida casi como insecto. Aún éramos humanos que cubríamos el ciclo del carbono en los huecos de tierra y sombra de árboles, como un gusano mas, como una hierba mas, como un sueño leve que roza un minuto de toda la vida en un tiempo irrepetible.
Los niños que jugaron dejaron sus gritos escritos en las paredes de las antiguas casas muchas de ellas hoy pisos , urbanizaciones, porque las ciudades cambian y cada pedazo de terreno tiene muchas historias personales que contar, ya que nuestra Historia está escrita en la Tierra, en el agua y en el aire, antes que en el fuego.
Autor:Elemne@

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